Soy la menor de cuatro hermanas y cuando chica era bien peleadora. Ahora yo creo que eso se refleja en que no me dejo doblegar por nada, siempre le doy para adelante ante situaciones tristes o difíciles.

Mi papá era artesano en madera, hacía muebles de cocina. Nos encantaba ir a su taller y jugar en las montañas de aserrín. Mis hermanas aprendieron a tornear y yo sin darme cuenta aprendí también mirando. Sé reconocer las maderas… el laurel, el raulí, el alerce, el eucalipto, el pino insigne, el pino Oregón.

Siempre quise ser enfermera. Yo alucinaba con Candy y ella era enfermera. Siempre estaba poniéndole inyecciones a mis muñecas o curándole la patita al perro. ¡Y me encantaba ese uniforme blanco que se usaba antes! Claro que ser enfermera era mucho más que eso, pero así nació mi vocación.

Cuando chica no tenía bicicleta, pero siempre lograba conseguir una prestada para andar. Lo mejor era cuando la hermana mayor de una amiga se ponía a pololear y dejaba la bici tirada. Ahí la aprovechaba yo.

De mi época escolar, uno de los mejores recuerdos que tengo eran las caminatas de vuelta a casa que hacíamos con una compañera. Puro conversando, desde Marín con Italia (Liceo Carmela Carvajal de Providencia) hasta mi casa en Recoleta. Hoy cada vez que puedo camino, pero ya el tiempo es escaso.

Tengo dos hijas, de 16 y 24. Y un hijo de 21 años. Mi primer embarazo fue mientras estudiaba enfermería en Valdivia, lejos de cualquier red de apoyo. Cuando salí del hospital con ella en brazos, pensé: “¡cómo me tienen tanta confianza de que esta personita no se me vaya a morir!”. De a poco fui superando los temores y ya a los dos meses salía con ella para todos lados.

Me fascina salir a acampar. Sobre todo si es un lugar que no tiene señal de internet, es maravilloso. Soy de las personas que sale de la casa y soy libre. Si vamos a Concepción, nos podemos demorar 1 o 3 días en llegar, nada me apura.

Si no hubiese sido enfermera, seguro sería arqueóloga. Me encantan los museos, los cementerios, las cosas antiguas y la historia que hay detrás. Cuando fui a las salitreras me gustaba imaginar cómo era la vida ahí, como se vestía la gente en ese tiempo.

Me he ido especializando en las medicinas alternativas. Llegué a ellas de casualidad, acompañando a una amiga que tenía fibromialgia a un curso de Reflexología, era lo único que la aliviaba. Al principio me hablaban de las energías, de los chacras y no lograba entender bien el tema, no sabía de dónde agarrarlo. Después estudie Radiestesia, Alineación de chacras, Flores de Bach, Aromaterapia, Masajes de Piedras Calientes. Y hasta hice un diplomado de Medicina Alternativa en la U. de Chile.  Ah! Y también sé leer el tarot.