Trabajadora Social sede Curicó

Soy nacida y criada en Rancagua. Viví ahí hasta los 26 años, cuando me casé con Oscar y me vine a vivir a Curicó.

Soy la sexta de siete hermanos. Y hoy vivimos todos en distintas ciudades de Chile.  Tengo hermosos recuerdos de mi infancia, sobre todo en verano, harta piscina, de jugar en la calle hasta que se encendían las luces de los postes.

Cuando chica me encantaba ir a Santiago. Porque Rancagua era un “pueblo”. Santiago era más moderno, más novedoso. Pero nunca quise irme a estudiar sola para allá, me daba susto.

Siempre me gustó la carrera de Trabajo Social. Yo creo que mi formación «ligada a la Iglesia Católica” influyó harto en que buscara los temas sociales. Participé en temas de acción social desde adolescente y nunca tuve dudas de lo que quería estudiar. Me encanta ser Trabajadora Social.

Familión. Eli con parte de sus hermanos y sobrinos.

“Se necesita Trabajadora Social en Curicó”, decía un aviso chiquito en el diario. Yo justo estaba buscando algo acá, porque había estado trabajando fuera y siempre viajando a Rancagua, San Fernando, Chimbarongo, Molina, Así que postulé.

No conocía nada de la Liga ni de la epilepsia. Mi primera semana fue de inducción en Santiago, era la primera vez que me separaba de mis niñas, que tenían 4 y 2 años, y me sentí muy acogida. Lo mismo aquí en la sede de Curicó y ya son 11 años los que llevo trabajando en esta institución y poder desarrollar el trabajo a nivel individual, grupal y comunitario es muy gratificante.

Hoy tengo la epilepsia en mi casa. En febrero del 2022, a mi tercer hijo, Santiago, le dio una crisis de epilepsia a sus 7 años. Debutó con un status convulsivo durante la noche y tuvimos que llevarlo primero al Hospital de Curicó donde nos decían que era Covid. Lo sacamos bajo nuestra responsabilidad y lo llevamos a una clínica en Santiago donde estuvo hospitalizado una semana, para luego confirmar el diagnóstico de epilepsia, un año antes había sido diagnosticado con TEA.

A pesar de mi conocimiento del tema, la situación me paralizó en el momento. El momento fue tremendo, sólo atiné a grabar la crisis, con mi celular, cuando veía que pasaban los minutos, lo llevamos a urgencias. Recuerdo que para sus hermanas también fue muy shockeante y angustiante, porque no las dejaban entrar a verlo por el aislamiento COVID.

Elizabeth junto a su familia: sus hijos Trinidad, Josefina y Santiago y su marido Óscar.

Ya lo habíamos asumido cuando en enero de este año, mi hija Trinidad de 15 años, le ocurrió lo mismo. Un status convulsivo. Pero fue en medio de un cumpleaños a eso de las dos de la tarde, estaba en el campo, con sus amigas, ni yo ni mi marido estábamos. Menos mal que estaba su hermana, Josefina de 13 años, que supo altiro que era una crisis de epilepsia.

Fue más impactante aún. Porque además de repetirse la historia, venía con la cara muy moreteada por el golpe que se dio al caer al suelo, la boca herida…  e inconsciente. Reaccionó como a las 5 horas cuando ya estábamos en la clínica en Santiago. También tuvo hospitalización y posterior confirmación del diagnóstico.

Por supuesto que me pregunté “¿por qué?”. Y me da mucha curiosidad de la vida, de cómo se dieron las cosas, de haber llegado a la liga de la epilepsia sin conocer nada sobre ella y hoy tener la epilepsia en mi casa, en dos de mis tres hijos.

Pero la actitud con la que Trini tomó el tema me ayudó mucho a resignificar el tema de la epilepsia. Para ella fue como “ya… tengo epilepsia, voy a tomar este medicamento, sigamos”. Y también fue muy bonito cómo reaccionó su grupo de amigos del colegio, de forma muy natural y apoyándola.

Pero otra cosa es con guitarra. A pesar de trabajar en este tema por años, acompañando a las familias, orientando, aprendiendo, cuando es tu hijo e hija, quien recibe un diagnóstico, esos discursos se desmoronan. La realidad golpea de manera distinta, y la vivencia personal se convierte en una lección de humildad y fragilidad. Por ejemplo, tanto con el Santi como con la Trini, me costó mucho ir a informar al colegio… me daba miedo que los discriminaran y que lo pasaran mal.

Como familia creo que lo hemos llevado bien. Sabemos que en la vida vienen estas cosas, podría ser otra enfermedad. Nos tocó el TEA y la Epilepsia, como a muchas familias no más. Pero en este camino aprendemos, nos adaptamos y avanzamos, y también a veces retrocedemos… la vida es así.

Hay cosas que uno elige y otras que solo ocurren. Sin embargo, podemos elegir disfrutar de las cosas buenas, simples, abrazar los momentos malos, buscar apoyo, y enfrentar los desafíos, porque también mis niños son más que sus diagnósticos, obviamente preferiría que no los tuvieran, pero hay que aceptar la vida con todo lo que tiene. No podría en este momento tener grandes aprendizajes o conclusiones, tal vez en muchos años más pueda entender mejor esto.