Auxiliar de farmacia sede Maipú

Javier Vilches.

Soy nacido y criado en Quinta Normal. Junto a mis 5 hermanos. Yo tengo 42 años. El menor tiene 36 y mi hermana mayor 44. Así que todos bien seguidos, uno tras otro.

No sé cómo lo hizo mi mamá en realidad. Ahora me doy cuenta y lo valoro. Porque más encima, por el trabajo de mi papá, él tenía que viajar mucho a regiones.

Por lo mismo fui un poco el “papá” de la casa por algunos años. De hecho, mi hermano menor aún me dice “papi”.

Con mis hermanos somos súper unidos. Mis carretes son con ellos, pasamos cumpleaños, vacaciones, todo juntos. Somos una familia bien “apatotada”.

Toda la patota. Javier, sus hermanos y sobrinos.

Partí trabajando a los 13 años. Para aportar en la casa y también para mis propios gastos. Trabajé haciendo aseo en una farmacia, atendiendo una estación de servicio y también en la feria, con el papá de un amigo que tenía un puesto de verduras.

El papá (QEPD) y la mamá de Javier.

Mi papá falleció a los 49 años. Cayó desde un techo de un galpón. No era mucha la altura, pero cayó mal. De cabeza. Estuvo tres días en coma en la Mutual y luego murió. Fue bien terrible ese periodo.

Trabajé 10 años en fábricas metalúrgicas. Me especialicé en operar una máquina plegadora que medía 4 metros. Me encantaba ese trabajo, pero las jornadas eran muy largas y agotadoras. Así que cambié de rubro e hice un curso para trabajar como cajero.

Trabajar como cajero me abrió las puertas para llegar a la Liga. Yo tenía un cuñado que trabajaba en la sede de La Florida y me decía a cada rato que postulara. Después de un par de años trabajando en el banco Consorcio, le pasé mi CV.

Todo fue muy rápido y quedé como cajero de la antigua sede de Las Condes (calle La Cabaña). Por allá en el 2012. Luego estuve en Lo Fontecilla y hace como 6 años que ya estoy aquí en Maipú.

Trabajar en la Liga me ha abierto muchas posibilidades. Siempre voy a valorar que me dieran la opción de pasar a ser Auxiliar de Farmacia cuando se terminó el sistema de cajas en las sedes. Pero igual me dio un poco de susto, yo lo veía desde al frente todo súper complicado.

La Seremi se demoró más de 2 años en llamarme para que diera la prueba de Auxiliar de Farmacia. ¡Y yo ya había olvidado todo lo estudiado en el curso! Un día me llaman y me dicen que la prueba era en 4 días. Así que ataque de colon y caída de pelo… puro stress! Cuando aprobé, a la primera que le conté fue a la jefa Dani (Mendoza), que me ayudó un montón.

Esta sede de Maipú fue la mejor en la que pude estar para aprender el tema de farmacia. Las chiquillas de aquí (auxiliares de farmacia) se portaron un 7. No sé si lo hubiese podido lograr sin el apoyo de todas ellas.

Javier y su esposa, Andrea.

A mi esposa (Andrea) la conocí en el hospital, durante esos tres días que mi papá estuvo en coma antes de morir. Llegó acompañando a mi hermana mayor, trabajaban juntas. La vida tiene estas cosas… tuvo que pasar esta tragedia para que yo la conociera. Con Andrea tenemos dos hijos: Julián de 13 y Sofía de 8. Yo tengo tres en total. Janis (22), que es la mayor, es de mi primer matrimonio.

Soy cinturón verde de Kickboxing. Igual hace un tiempo ya que no lo practico… como que el cuerpo ya no acompaña mucho y bueno… por los machucones.

Me muevo todos los días en moto. Es una moto de velocidad, pero no me gusta andar rápido, sino que pasear. Hay días que llevo a mi hijo Julián al colegio. Siempre con cuidado, pero le encanta.

 

Javier y su hijo Julián, motoqueros.

Junto a sus tres hijos: Janis, Julián y Sofía.